Mis primeros pasos en el mundo de la cinematografía fueron en 1998 y no tenía idea de hacia dónde me llevaría ese viaje.
Comencé grabando algunos cortometrajes y, en el camino, un amigo me pidió que filmara su boda. Lo que empezó como un favor, en una primera boda, se convirtió en una producción de tiempo completo.
Al venir de un mundo muy diferente al de la mayoría de los realizadores de eventos, tengo una visión y enfoque muy diferentes en cuanto a rodaje y montaje, lo que le aporta originalidad a nuestros trabajos.
Desde mis comienzos y hasta el día de hoy me encuentro en la búsqueda constante de nuevas técnicas para aplicarlas y adaptarlas a la producción y postproducción de cada evento.
La primera vez que estuve en un cuarto oscuro fue de la mano de mi abuelo y no tenía más de doce años. Recuerdo que lo vi poner el papel fotográfico en el revelador y pude apreciar cómo la imagen aparecía lentamente.
Era “magia”. En ese momento supe exactamente lo que quería hacer de ahí en más.
Fue entonces que comencé tímidamente a adentrarme en el mundo de la fotografía y nunca dejé de aprender.
Siempre hay espacio para el crecimiento, para tener nuevas experiencias y tomar más riesgos. Pensar menos y escuchar más. Nada está fuera del alcance de las imágenes.